Relatos premiados 2018
¡Estos son los relatos ganadores del VII Concurso de Relatos Cortos Libre Mente! Un año más, estamos encantados por la calidad y la cantidad de trabajos recibidos y queríamos agradecer vuestras aportaciones. Más de 500 relatos, en español y en euskara, que nos han ofrecido múltiples y variadas visiones de la salud mental, y con los que hemos disfrutado y aprendido enormemente. Tras varios meses de lectura y deliberación, aquí tenéis los relatos que hemos seleccionado.
¡Disfrutad de la lectura!
Héctor Higuera Izquierdo
El desayuno se agita en el estómago, nadando entre los jugos gástricos. Yo siento el dolor agudo que produce. Cuando se clava, pierdo la conciencia del tiempo y del lugar. Durante unos segundos no existo, solo el aguijoneo.
Mi espectro visual remonta y mis ojos perciben la realidad: la mano aferrada a la barra del autobús y la gente sentada realizando sus gestos diarios de aburrimiento: frena, parada, acelera, circula, frena, parada, siguiendo el mismo continuum hasta que te bajas. Sube una madre con su hija de la mano. Tendrá unos dos años, y mientras su madre paga al conductor, la niña afronta el largo del pasillo con una mirada recelosa, da dos pasos de espaldas como intentando refugiarse entre las piernas de su madre, pero parece cambiar de idea, y camina rápido, como queriendo superar el miedo.
Asier Moreno Vizuete
Ahora, en este preciso momento, mientras escribo, tengo al alcance de la mano una cuerda para sujetarme, para, si decido hacerlo, poder atarme de pies y manos. Y así, dejar de volar. Porque yo vuelo.
Veo las cosas desde otra perspectiva. Como esta cuerda, por ejemplo. Para mí, es una cuerda. Pero para el resto, para la mayoría, para ti, es solo un pequeño bote relleno de pequeñas pastillas. Pastillas azules, para atarme. Pero yo, desde mi perspectiva, veo una cuerda. Una cuerda sobre la mesita de mi salón. Una cuerda que si me paro a mirarla con la suficiente atención, parece una serpiente de lengua bífida, de ojos brillantes y vacíos. Negros.
Ana M ª García Benítez
Aquella mañana de enero llegó para quedarse. Entró con fuerza, como un huracán que ponía todo patas arriba. El aire que acompañaba esa mañana invernal se tornó gris e irrespirable. La cara, desencajada, como la de aquel que percibe que la vida se le escapa entre sus manos. A pesar de la época del año, un calor insoportable se instaló en el ambiente, un calor que provocaba un sudor frío y gélido a la vez. Todo un mundo de contradicciones nació en ese mismo instante, un mundo hostil y desapacible. Al abrir la puerta para dejarla pasar, todo cambió, justo en aquel momento en el que Clara empezaba a disfrutar de la vida. Podía haber venido poco a poco, podía haber venido tiempo atrás. Pero no lo hizo; prefirió presentarse así, sin previo aviso y con toda la furia acumulada a lo largo de todo ese tiempo.
Eduardo Chacobo Arizmendiarrieta
Badirudi Andoniri galtzea gustatzen zitzaiola. Berak, aldiz, zoriontsua izan nahi zuen. Buruko xomorroa akabatu eta pilulak erre. Baina ezinezkoa ikusten zuen hau guztia.
Hamalau urte, milaka pilula, bost ospitalaretze. Baita unibertsitate karrera bat. Emakumerik ez. Bere eremua etxera ahalik eta azkarren itzultzeko balioko liokeena zen. Jadanik ez zen lehengo bidaiaria. Hogeita hamar kilo zituen soberan. Eta hogeita hamar urte: orduan zeinek esango luke erotuko zenik?
Agian sekretua helduren batek bazekien. "Mutil honek ez du ondo bukatuko".
Hamar urterekin, ero baten definizioa aldameneko etxean bizi zen emakumea zen. Niri pena handia eragiten zidan. Batzuetan garrasika hasten zen eta diru txanponak botatzen zituen. Guk ez genuen jokabide hori ulertzen; baina hala ere, txanponen atzetik joaten ginen gero goxoki batzuk erosteko.
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