sábado, 30 de noviembre de 2019

GANADOR DEL IV PREMIO CÓMIC/MANGA/ARTE JOVEN DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CÁCERES (España)

'Pulpo Fresco', del chinato Pablo Iglesias, gana el IV Premio de Cómic de la Diputación de Cáceres

El joven Pablo Iglesias, natural de Malpartida de Plasencia, ha resultado ganador del 'IV Premio de Ccómic, Manga y Arte joven' que convoca el Área de Cultura y Deportes de la Diputación de Cáceres, con la obra 'Pulpo fresco'.
Junto al extremeño han sido también premiadas las obras 'No quiero ser un espaguetti', de María Fernández; 'Entre el trigo', de Daniel Celada, y 'El hombre que solo caminaba', de Esther Martín. El certamen, que ha celebrado su cuarta edición, pretende incentivar la creación plástica y promover nuevos valores en el ámbito del cómic.
En la categoría Senior (21-35 años), el galardonado con el Primer Premio, dotado con 2.000 euros, ha sido Pablo Iglesias Canelo (27 años), con su obra 'Pulpo Fresco'. Nacido en Malpartida de Plasencia, ha cursado estudios en el módulo superior de Gráfica Publicitaria en la Escuela de Arte de Salamanca y ha sido reconocido en diversos certámenes nacionales.
Recientemente se ha graduado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca. En su obra se reflejan influencias de la literatura cruda de Chuck Palahniuk, el cine sangriento de Tarantino, el tatuaje tradicional japonés o la pintura de Francis Bacon.
El Segundo Premio, dotado con 1.000 euros, ha recaído en María Fernández Palma (22 años), con su obra 'No quiero ser un espaguetti'. Nacida en Granada, se encuentra realizando el cuarto curso de Bellas Artes en su ciudad natal y desarrolla proyectos en diversos ámbitos artísticos como la escultura, el teatro y el dibujo.
Fernández trabaja sobre sus propias experiencias vitales con fuertes influencias del movimiento dadaísta, como es el caso de esta obra seleccionada, donde la artista juega a plasmar sus propios sueños, según informa la diputación cacereña en nota de prensa.
En la categoría junior (14-20 años), el Primer Premio, dotado con 1.000 euros, ha sido para Daniel Celada González (16 años) de Vigo (Pontevedra) con su obra 'Entre el trigo'. Celada es estudiante de 1º de Bachillerato artístico.
El Segundo Premio, dotado con 500 euros, ha ido a parar a Esther Martín Beltrán (20 años) de Valdemoro (Madrid) con su obra 'El hombre que sólo caminaba'. Tras realizar el Bachillerato artístico, en la actualidad se sigue formando en la Escuela de Arte nº 10 de Madrid.
Los galardonados han sido seleccionados entre más de una treintena de trabajos procedentes de toda la geografía nacional. El jurado ha valorado la originalidad de las obras, así como la calidad artística y la narración gráfica. Con estas obras, y los mejores trabajos de las distintas ediciones del certamen, la Diputación de Cáceres prepara una futura exposición.


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GANADOR DEL III CONCURSO DE MICRORRELATOS MONTE DE PIEDAD "CARMEN ALBORCH" (España)

Fallado el III Concurso de Microrrelatos Monte de Piedad “Carmen Alborch” entre más de 1.600 textos



Más de 1.600 microrrelatos han participado en la tercera edición del Concurso de Microrrelatos que convoca Monte de Piedad a través de Fundación Montemadrid. Una gran respuesta para este certamen que nació con la finalidad de despertar la imaginación de las personas interesadas en la escritura y descubrir su talento literario, y que conmemora la importancia histórica y actual de una institución que lleva más de tres siglos facilitando financiación a la sociedad y que ha sabido renovarse y avanzar con los tiempos.

Teniendo en cuenta la apuesta de Fundación Montemadrid y Monte de Piedad por un mundo sostenible, el título de esta convocatoria ha sido “Planeta vulnerable”. Un jurado presidido por Cristóbal Sánchez, director general de Fundación Montemadrid, y compuesto por los prestigiosos periodistas y escritores Mara Torres, Antonio Lucas, Carlos del Amor e Ignacio Elguero, ha escogido los cinco microrrelatos finalistas.

La obra ganadora, premiada con 1.702 € (cifra que recuerda el año en que se fundó el Monte de Piedad de Madrid), ha sido el microrrelato “Los ángeles muertos”, del madrileño Jesús Francés Dueñas. El segundo premio, dotado con 800 €, ha sido para “Definiciones”, del cubano Jorge Luis González Castro. Por último, los tres accésits, con 400 € cada uno, corresponden a “Sabiduría ancestral”, del argentino Marcelo Medone, “Frambuesas”, de la burgalesa Ana Isabel Cámara García, y “Zurcido espacial”, del sevillano Francisco Germán Vayón Ramírez.

Los miembros del jurado expresaron su satisfacción por la calidad literaria de los relatos finalistas y pusieron de relieve la alta participación, también de concursantes de otros países, dos de los cuales han resultado premiados. Del texto ganador destacaron que se trata de “un relato sorprendente, arriesgado y muy original para hablar de la vulnerabilidad del planeta, que era el tema de esta edición” que “juega con la ironía” y que tiene “un final abierto, que también es importante para no caer en el tremendismo”.

La entrega de premios tendrá lugar el miércoles 4 de diciembre en la Subasta Extraordinaria del Monte de Piedad, que tendrá lugar a partir de las 18 h en la Casa de las Alhajas y en la que se subastarán piezas excepcionales. El público que desee asistir puede enviar su solicitud por correo electrónico a 317aniversario@montemadrid.es con el asunto “Asistencia 317 Aniversario Monte de Piedad” y haciendo constar su nombre, apellidos y DNI.

Una institución social centenaria


El Monte de Piedad de la Fundación Montemadrid, segunda marca en activo más antigua de España según la revista Forbes, es uno de los más antiguos del mundo y el más importante de Europa en cuanto a volumen de operaciones. Una institución centenaria comprometida con la inclusión financiera que ha evolucionado al ritmo de los tiempos. El Monde de Piedad del siglo XXI ha apostado por la innovación tecnológica, implantando una gestión informática de última generación, una custodia automatizada y una proyección hacia los servicios online, todo orientado hacia el cuidado de los nuevos clientes, muchos de ellos jóvenes y usuarios de nuevas tecnologías.

En las oficinas del Monte de Piedad se puede obtener una financiación inmediata a bajo interés sobre joyas y alhajas de oro, objetos de plata y relojes de acero, lo que lo convierte en un recurso atractivo en momentos de necesidad de financiación. Además, el desembolso es inmediato a la concesión, no existen gastos iniciales en la apertura, y la cancelación puede realizarse en cualquier momento sin coste adicional. El 98% de los clientes recuperan sus joyas. Si el cliente no renueva o no cancela el crédito, la alhaja se podrá subastar y, si sube el precio de la joya, la diferencia es para el cliente.

70.000 clientes en la actualidad en cinco provincias


En 2015 el Monte de Piedad de Madrid inició su expansión abriendo sedes en Móstoles y Alicante, seguidas de Córdoba, Granada y Mallorca. La institución suma así seis establecimientos en cinco provincias españolas y cuatro comunidades autónomas. El Monte de Piedad cuenta ahora con una cartera de clientes cercana a los 70.000, un volumen de operaciones próximo a las 200.000 y casi 100 millones en préstamos concedidos. Esta expansión permite que perdure una institución que facilita el acceso al crédito a bajo interés a personas de cualquier condición social.

El Monte destina el 100% de sus beneficios a la acción social que lleva a cabo la Fundación Montemadrid en ámbitos como la cultura, la solidaridad, el medio ambiente y la educación, en proyectos como los centros socioculturales La Casa Encendida o Casa San Cristóbal, además de en escuelas infantiles y colegios, espacios para mayores, bibliotecas y centros de empleo y ocupación y recuperación del patrimonio histórico.



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GANADOR DEL 5º PREMIO DE LAS LETRAS "CIUDAD DE SANTANDER" (España)

Menchu Gutiérrez gana el Premio de las Letras Ciudad de Santander


La autora madrileña reside en Liérganes desde hace más de diez años

La ganadora de la quinta edición del Premio de las Letras Ciudad de Santander es Menchu Gutiérrez. Así lo ha comunicado la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Santander, María Luisa Sanjuán. Gutiérrez, natural de Madrid, lleva una década residiendo en la localidad cántabra de Liérganes. El premio, que distingue a escritores cántabros o vinculados a Cantabria por su creación literaria, está dotado con 3.000 euros y se concede por quinta vez.
El jurado, que preside sin voto María Luisa Sanjuán, está conformado por la directora general de Cultura del Gobierno de Cantabria, Eva Ranea, el editor Jesús Herrán, la catedrática de la Universidad de Cantabria Lourdes Royano, el crítico Luis Alberto Salcines, y la profesora de la Universidad de Cantabria Raquel Gutiérrez. La ganadora, preopuesta por Jesús Herrán, reúne para el jurado el mérito de poseer una «altísima calidad literaria y poética de su escritura narrativa y ensayística, reconocida ampliamente a nivel nacional e internacional».

Por otro lado, se decidió a su vez otorgar el Premio Honorífico de las Letras Ciudad de Santander a Joaquín Leguina, por su fecunda obra en el campo de la novela y el ensayo, de honda penetración social y humanista. Este galardón ha sido concedido en anteriores ediciones a autores como Julio Maruri o Álvaro Pombo
De formación autodidacta, Menchu Gutiérrez realizó estudios de arte y literatura en Madrid y Londres. Durante más de veinte años vivió en un faro del País Vasco. Actualmente, reside en Liérganes. Ha publicado numerosas obras en prosa, entre las cuales cabe destacar 'Viaje de estudios' (Siruela, 1995), 'La tabla de las mareas' (Siruela, 1998), 'La mujer ensimismada' (Siruela, 2001), 'Latente' (Siruela, 2002), 'Disección de una tormenta' (Siruela, 2005), «Detrás de la boca' (Siruela, 2007) , 'El faro por dentro' (Siruela, 2011) y 'Araña, cisne, caballo' (Siruela 2014). Como ensayista, ha publicado la biografía literaria ¡San Juan de la Cruz¡ (Omega, 2003) y 'Decir la nieve' (Siruela, 2011), un ensayo literario sobre el universo de la nieve y sus metáforas. Es asimismo autora de varios poemarios como 'El grillo, la luz y la novia' (Entregas de la Ventura, 1981), 'De barro la memoria' (Endymión, 1987), 'La mordedura blanca' (Premio Ricardo Molina, 1989), 'La mano muerta cuenta el dinero de la vida' (Ave del Paraíso, 1997), 'El ojo de Newton' (Pre-Textos, 2005) y 'Lo extraño, la raíz' (Vaso Roto, 2015).
Su obra ha sido objeto de distintas traducciones y ha sido recogida en varias antologías. Ha colaborado con artistas como Jürgen Partenheimer, en 'La caída del humo' (1993) con poemas de la autora acompañadas de litografías del artista alemán (Colección Museo Guggenheim de Nueva York, Exposición CGAC La Coruña), y con el fotógrafo Chema Madoz, en un diálogo de fotografías y textos (Experimenta, 2006). La autora es responsable de varios prólogos de libros de artistas como Ellen Koi, Teresa Tomás, Carolina Silva, o el diseñador gráfico Pepe Gimeno.
Joaquín Leguina, nacido en la localidad cántabra de Villaescusa, es licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Bilbao. Máster en Demografía por el Instituto de Demografía de la Universidad de París (IDUP), doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y en Ciencias Humanas y Demografía por la Sorbona de París.
Es autor de artículos y publicaciones de carácter científico sobre estadística, estudios sociales y economía aparecidos en diversas revistas. También ha escrito libros relacionados con su actividad profesional, como 'Fundamentos de Demografía' (1973) o 'Estudio sobre la población española' (1972). Es además autor de diversas obras literarias: cuentos, novelas (la última se titula 'La luz crepuscular', Alfaguara. 2010) y ensayos, entre éstos, los más recientes, son: 'Historia de un despropósito' (2013), 'Los 10 mitos del nacionalismo catalán' (2014), ambos en Temas de Hoy.


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GANADOR DEL XII PREMIO CAROLINA PLANELLS CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO DE NARRATIVA CORTA (España)

«Dones culpables» gana la XII edición del Premio Carolina Planells

El objetivo de este premio es fomentar la igualdad entre mujeres y hombres y la no-violencia a través de la cultura y la expresión escrita.



Lemas en contra d ela violencia de género en Paiporta. a. p.
La concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Paiporta ha hecho público dentro de los actos del 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, los nombres de las personas ganadoras de la XII edición del 'Premio Carolina Planells contra la violencia de género de Narrativa Corta'. El objetivo de este premio es fomentar la igualdad entre mujeres y hombres y la no-violencia a través de la cultura y la expresión escrita.
«Dones culpables», presentado bajo el pseudónimo de Firdau, ha sido el relato ganador en la edición de este año del premio. Su autora es Etna Miró Escolar, de Barcelona, que se llevará los 600 euros. «Este premio se ha convertido en una cita con la literatura de una relevancia que supera nuestro ámbito local. Ya es habitual recibir obras otras partes de España e incluso de fuera. Este año, por ejemplo, hemos recibido dos obras de Cuba y otra de Francia, y esto es muy buena noticia. Otro dato muy significativo es el hecho de que muchas personas participantes repiten, como es el caso de la ganadora. Podemos estar muy orgullosos y orgullosas de ir poniendo las bases en nuestra intención de implicar y concienciar a la ciudadanía en la lucha contra la violencia de género», ha afirmado la vicealcaldesa y regidora de Cultura, Maribel Albalat.
En la categoría juvenil, dotada con 400 euros, la ganadora ha sido la obra que puerta por título «Sábado noche», presentada por Ana Alonso Atienza de Pola de Siero (Asturies). En cuanto a la mención especial al mejor trabajo presentado por concursantes empadronados en Paiporta en la categoría de adultos el ganador ha sido el relato de Marta Quiroga Soler por «El repte de triar bé el camí de la vida», dotado con 300 euros.
Por otro lado, el accésit a la mejor obra presentada en valenciano, dotado con 400 euros es para Javier León Sorribes, de Massamagrell, por «La Dolçainera». Por último, tal como se explica en la resolución del jurado y como sucede cada año, el Ayuntamiento publicará todas las obras galardonadas en un libro, así como otras destacadas, las finalistas.


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GANADOR DEL XII CONCURSO DE ENSAYO SOBRE LITERATURA COREANA (España)

Entrega de Premios | XII Concurso de Ensayo sobre Literatura Coreana


El pasado miércoles 27 de noviembre se celebró la Ceremonia de Entrega de Premios del XII Concurso de Ensayo sobre Literatura Coreana,  en el Rectorado de la Universidad de Málaga, donde Fernando Criado Granados ha resultado ganador del primer premio del concurso, dotado con dispositivos electrónicos por un valor de 700 euros y que organizan el Vicerrectorado de Proyectos Estratégicos a través de la Oficina UMA-ATECH Puente con Corea, el LTI-Korea (Literature Translation Institute of Korea) y el Vicerrectorado de Cultura y Deportes. El trabajo galardonado, Pena de vida, es un trabajo sobre la novela "Nuestros tiempos felices", de la escritora Gong Ji-YoungEl jurado destaca en su fallo la creatividad y la gran calidad de este ensayo ficcionado. La entrega de galardones ha estado precedida por una lectura teatralizada de la novela a cargo de la compañía coreano-malagueña Mu Teatro. 
Fernando Criado Granados, es alumno del Grado de Derecho de la Universidad de Málaga.  Su ensayo tuvo que competir con otros 16 trabajos antes de lograr el primer premio. El concurso, que estaba dirigido a alumnos, PDI y PAS de las Universidades de Málaga, Sevilla y Granada, concede además un segundo y un tercer premio dotados con dispositivos electrónicos valorados en 500 y 300 euros respectivamente.
El acto de entrega se celebró el viernes por la tarde en el Rectorado de la UMA, fue presidido por el Director de la Oficina UMA-ATECH Puente con Corea, Antonio J. Doménech del Río, junto a Patricia Chica Morales, Coordinadora de la Oficina UMA-ATECH Puete con Corea, y contó con la presencia del profesor invitado Won Yong Song, de la Universidad Nacional de Incheon. Tras recoger su premio, el ganador procedio a leer su ensayo. 


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viernes, 29 de noviembre de 2019

GANADOR DEL XXXIII PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA "ANTONIO OLIVER BELMÁS" (España)

El malagueño Daniel Cotta se hace con el Premio Antonio Oliver por 'Alpinistas de Marte'



El jurado de la trigesimatercera edición del Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver Belmás ha otorgado el premio al escritor Daniel Cotta (Málaga, 1974) por su obra Alpinistas de Marte, informaron fuentes municipales.

El fallo ha sido revelado este lunes en el Palacio Consistorial de Cartagena en un acto que ha comenzado con un poema teatralizado de la obra Dice Kabir y otros poemas, realizado por Charo García.

Esta convocatoria trata de recordar y de reivindicar la memoria de un poeta comprometido con su tiempo, entre otras iniciativas fundó la Universidad Popular de Cartagena en 1932, y cuya obra poética y de crítica ha sido reconocida como una de las más significativas de la generación del 27. A raíz de este premio, se creo el festival poético Deslinde, que se realiza cada año y está organizado por la Concejalía de Cultura.

Este premio internacional tiene como jurado a poetas de renombre, como Eloy Sánchez Rosillo, poeta que en 1977 fue premiado con el Premio Adonáis; Luis Alberto de Cuenca y Prado, miembro de la Real Academia de la Historia desde 2010 y ganador del Premio Nacional de Poesía 2015; Vicente Gallego Barrado, ganador del Premio Loewe de Poesía 2001 y del XVIII Premio Internacional de Poesía Generación del 27 obtenido en 2015; Manuel Ramírez Giménez, escritor y editor de Pre-textos; así como Blanca Andreu Fernández-Albalat, poeta que en 1980 obtuvo el Premio Adonáis de Poesía. Y como secretario del jurado, José Macián Montesinos, director de la Universidad Popular.

El jurado seleccionó a 8 finalistas de entre las 215 obras presentadas, resultando ganador Daniel Cotta Lobato por su poemario Alpinistas de Marte, donde los poemas van dibujando un viaje por el firmamento, donde lo lírico se entrevera con lo científico y en el que el poeta se presenta adoptando diversos avatares.

El premio está dotado de 6.000 euros y la obra será publicada por la Editorial Pre-Textos, que se encargará de dar difusión y publicidad a la misma. El acto ha finalizado con la lectura de diversos poemas del autor por parte del jurado y un poema de Miguel Hernández, a cargo de Charo García.

Cotta imparte Lengua Castellana y Literatura en un IES de La Carlota (Córdoba) y ha publicado las siguientes obras: Videojugarse la vidaEl duende de los videojuegosBeethoven explicado para sordosDios a media vozLa Sevilla eróticaDios es la poesía actualmenteCórdoba en mayo y Voladas.

El galardonado ha ganado previamente el XX Certamen de Teatro Mínimo Rafael Guerrero 2019; Premio Albacara de Poesía Mística de Caravaca de la Cruz 2018; Primer premio en el Concurso Fray Luis de León de Madrigales 2018; Premio de Novela Infantil y Juvenil de Córdoba 2017 y Primer premio en el XXXIII Certamen Literario Francisco de Quevedo 2013. 





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GANADOR DEL XXVI PREMIO "CLUB TAURINO MAZZANTINI" DE RELATO TAURINO (España)

“LA NIÑA DE SUS OJOS” DE JOSÉ LUIS VALDÉS GANA EL XXVI PREMIO “CLUB TAURINO MAZZANTINI” DE RELATO TAURINO



El doctor José Luis Valdés, articulista colaborador de ElMuletazo.com, ha ganado la XXVI Edición del Premio “Club Taurino Mazzantini” de relato taurino con la obra titulada “La Niña de sus ojos”.
El Club Taurino Mazzantini, de Llodio (Álava), que este año cumple su 39º aniversario, dota al ganador de este prestigioso premio, destinado a promocionar la literatura en el ámbito de la tauromaquia, con 1.500€.
Por cortesía del autor, José Luis Valdés y del Club Taurino “Mazzantini” de Llodio les ofrecemos integra la obra ganadora:



LA NIÑA DE SUS OJOS

Ernestín Porrines Fitz-James tenía un “swing” muy mejorable pero seguía intentándolo con empeño, lo cual no era habitual en él, poco dado a insistir en todo aquello que le supusiera la más mínima fatiga.
 Aquélla era aparentemente una mañana más en el campo de golf. Aunque le parecieran más pequeñas con la resaca de la noche anterior, aquel día las bolas tenían el mismo tamaño de siempre y, también como todos los días, ya llevaba doblados dos palos aunque sólo estaba en el primer hoyo.
 -¡Estos palos son demasiado largos para mí! –se quejaba amargamente cuando por enésima vez levantó una “chuleta” de césped sin llegar a rozar la bola, una rara y particular habilidad con la que merecidamente se había ganado en el club el apodo de “Carnicerito”, como aquel famoso torero de Úbeda.
 De repente sus ojos se nublaron y la luz desapareció. Sintió que las fuerzas le abandonaban y que sus piernas ya no podían continuar sosteniéndole. En un momento todo se tornó oscuridad y silencio.
 Así transcurrió un buen rato. Impreciso. Inconcreto. Difuso, como sus recuerdos. Al cabo de un tiempo indeterminado empezó a percibir algunos sonidos lejanos que inicialmente creyó que eran el dulce piar de algunos pajaritos…
 -¡Madre mía…!
 Eso le pareció raro en boca…, mejor dicho, en pico de un pájaro.
 -¡Ponedle los pies en alto! -creyó escuchar.
 -¡Hacedle aire…!
 -¡Echadle agua fría por el cuello…!
 Esta vez no tuvo dudas de lo que pretendían hacerle aquellos malditos pajarracos que revoloteaban sobre él en busca de carroña.
 -¡Dejadme en paz, buitres!
 Y empezó a dar manotazos al aire hasta que, empapado por un cubo de agua fría, consiguió abrir los ojos. Entonces miró a su alrededor y se vio rodeado por muchas personas. Ante él, apenas a un palmo de distancia, la cara de una chica con un marcado estrabismo no le quitaba el ojo de encima (el derecho, concretamente). Sus labios se despegaron para decirle:
 -Perdóname. No sé cómo ha podido pasar porque yo he apuntado hacia la banderita, pero la bola ha salido en otra dirección… Te he dado un bolazo en la cabeza, pero ha sido sin querer. Te pido mil perdones… -dijo esbozando su mejor sonrisa- Me llamo Fifita.
 -¿Que cómo ha podido pasar? ¡Porque eres bizca, joder! ¡¡Casi me matas!! –le respondió el enojado Ernestín.
 Cuando se palpó el tremendo chichón en la cabeza estuvo a punto de desvanecerse de nuevo y casi se echa a llorar.
-¡Llevadme urgente al botiquín! -imploró sollozando- ¡No, no, mejor llevadme al bar…!
 Y sus amigos lo transportaron en volandas hasta la barra del club social, igual que un torero herido es llevado por su cuadrilla atropelladamente a la enfermería de la plaza.
 -¡Cosme, un gin-tónic para don Ernestín! ¡Urgente!
 -¡Que sean dos!
 -¡Tres…!
 -¡Cuatro…!
 Al final la cuadrilla entera se puso en tratamiento, pues todos estaban solidariamente impresionados por el formidable traumatismo de su amigo. De pronto empezaron a apartarse a un lado porque en ese momento estaba haciendo su solemne entrada en la sala doña María de las Candelas Consolación Genoveva Fitz-James Osorio Figueroa Imperio de las Marismas, Delita para sus amigas del rastrillo e ilustrísima señora marquesa del Montepío para el resto de la humanidad.
 -Ernestín, hijo, ¿qué te ha pasado? ¡He venido corriendo en cuanto me he enterado! -Con casi ochenta años, llamaba “correr” a todo esfuerzo por andar un poquito más deprisa.      
 -Pues ya ves, mamá, que han intentado asesinarme en el campo de golf con un bolazo en el cráneo –respondió tumbado en un sofá con un vaso de tubo en la mano-. Más hielo, Cosme, por favor… ¡No, en la cabeza no, que voy a coger una pulmonía…! ¡En el vaso, hombre!
 -¿Asesinarte? ¡Pero si Fifita es incapaz de matar una mosca!
-¡Ésa! ¡Ésa ha sido! Una tal Fifita… Adrede… En toda la cabeza… ¡Y delante de muchos testigos! ¡Qué diabólica puntería!
 -Mi hija no ha podido hacer eso a propósito, caballero -replicó una señora muy ofendida-. Aparte de que, como bien dice doña Delita, mi Fifita es incapaz de matar una mosca, tampoco tiene ninguna puntería; su estrabismo obviamente se lo impide.
 La que así habló era doña Fifí, la mamá de la bizca Fifita e íntima amiga de la señora marquesa del Montepío. No en vano ella también era marquesa, la señora marquesa del Cotolengo, y, como damas de tanta alcurnia que eran, se entendían perfectamente. De hecho, se entendían tan bien que estaban intentando que Fifita y Ernestin se hiciesen novios algún día, a ser posible no muy lejano, y contrajeran sagrado matrimonio para surtir de nuevos marquesitos a la aristocracia sevillana, pero temían que aquel desgraciado accidente hubiese dado al traste con todos sus planes.
 Ernestín, el primogénito de doña Delita -que siendo hijo único era también el benjamín y, como tal, acreedor de todos sus mimos- acabó sus primeros estudios muchos años atrás en la exclusiva institución “El Melonar College” a trancas y barrancas, y con la inestimable ayuda -todo hay que decirlo- de algunos generosos donativos de su mamá que sirvieron para reponer la cubierta de la piscina climatizada, maltrecha por una terrible granizada. Por la insistencia de su madre, inició los estudios para Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, pero tristemente jamás llegó a puerto alguno, ni a dársena ni a humilde embarcadero, y sólo se quedó por los caminos; mejor dicho, apenas al principio del sendero, porque, tanto en los cursos como en los hoyos del campo de golf, nunca consiguió completar el primero. Por eso el tarambana del “niño” ocupaba su tiempo destrozando palos de golf a diario en el elitista Real Club Pineda de Sevilla mientras intentaba mejorar su “swing”, tarea que se le ponía muy cuesta arriba a partir del cuarto gin-tónic, y tal era la cifra que alcanzaba invariablemente antes de que su mamá empezara a rezar el “Ángelus” de cada día. Ése era realmente su “hándicap”.
 -Mamá, necesito reponer una docena de palos doblados y los de mi marca favorita sabes que son muy caros. De hecho, estoy pensando que me los fabriquen a medida, como el sastre, pero ésos son más caros todavía. Esta vez creo que con doce mil euros me podré apañar de momento…
 -Pues, querido hijo, debes ir pensando en sentar la cabeza y buscarte alguien que te financie.
-¿Te refieres a que me busque un patrocinador? ¿Un sponsor? No creas que no lo he pensado, pero hasta que no mejore el swing
 -¡Me refiero a que te cases ya de una puñetera vez, que tienes cincuenta años! -tronó la marquesa.
 -Mamá, no merezco que me hables así. Sabes que para mí no existe otra mujer más que tú; que yo nunca encontraré otra que tan siquiera te iguale en todas tus virtudes y que sólo quiero permanecer siempre a tu lado para cuidarte como te mereces.
 -Pamplinas, hijo. Entérate bien: el dinero se nos acaba y, como no paras de romper palos de golf a tal velocidad, casi te has gastado la herencia en vida. Así que, o me haces caso, o pronto no voy a tener ni para un asilo.
 -¡Ah…! –respondió contrariado Ernestin, y se quedó en silencio pensativo.
 -No le des más vueltas: tienes que casarte. Y con una rica heredera; es nuestra única salvación.
 -Pues no conozco ninguna, mamá.
 -Hijo, eres tan torpe como lo fue tu padre. ¡Si la has tenido hoy delante de tus narices! ¡Si hasta te ha dado un bolazo para llamar tu atención! Y hay que admitir que eso tiene mucho mérito, pues no le ha debido de ser nada fácil acertarte dadas sus circunstancias…
 -¿…? ¡No, no y no…!
 -Sí, hijo… ¡Sí, sí y sí! Y sin pataleos, por favor…
 -¿Fifita…?
 -¿Quién si no?
 -Me niego; antes la muerte.
 -Ese es el problema: que, como no te des por enterado, es posible que con el próximo bolazo te mate o, peor aún, te deje idiota. Además, es una rica heredera que no ha tenido suerte con los hombres.
 -Mamá, si sigue virgen a su edad no es por mala suerte; es que es rematadamente fea. Ni siquiera su dinero ha convencido a nadie para enamorarse de ella. En sus treinta años de vida no creo que haya conseguido que se le declare nadie más que… ¡la varicela!
 -Pues no tienes elección: esta tarde viene con su madre a tomar café a casa. Quiere pedirte disculpas. Por la cuenta que te trae, espero que seas amable con ella o se acabaron el golf, las copas y las francachelas con tus amigotes. Avisado quedas.
 Esa tarde pudo comprobar bien de cerca lo fea que era Fifita. Sus ojos bizcos eran lo más agraciado que tenía, especialmente el ojo derecho que era con el que realmente apuntaba. Poseía, pues, una mirada “única” puesto que el izquierdo, revoltoso como una ardilla, se resistía a obedecer ninguna disciplina. Sus pechos también eran, por así decirlo, llamativamente asimétricos, uno más alto que otro. En este caso era bizca del derecho. En cuanto a sus piernas cilíndricas, quizás fuesen cortas o quizás fuese que el generoso culo no estaba ajustado en su sitio; el caso es que se le podía calificar indiscutiblemente como culibaja. Ernestín decidió aplazar el resto del examen físico para mejor ocasión pues ya tenía bastante por ese día.
 -Hola, Ernestín. Gracias por invitarme a tu casa.
 -“¿Así que era eso, eh? ¿Conque una invitación?” -pensó Ernestín, descubriendo de repente el sucio ardid que le había tendido su querida madre.
 Fue entonces cuando Fifita, con un sencillo e inocente gesto -un gesto altruista que denotaba su alta cuna-, ablandó su duro y soltero corazón…
 -Para que aceptes mis disculpas y no me guardes rencor, te he traído este humilde regalo que espero que te guste…
 El “humilde” regalito era un juego de palos de la marca japonesa Honma Golf Company. Se trataba de una edición especial valorada en más de cincuenta mil euros. Ernestín casi se cae de espaldas de nuevo por el impacto, aunque esta vez no hubiera bolazo alguno de por medio.
 -Son… preciosos, Fifita -balbuceó emocionado, sin saber bien a qué ojo mirarle-. No sé cómo podría agradecértelo…
 Las dos marquesas asintieron con una sonrisa de complicidad. Entonces los dejaron solos con la excusa de ver lo bien que quedaban unas nuevas macetas filipinas en el patio de la casa-palacio.
 -A vuestra edad seguro que tenéis que hablar de muchas cosas -la madre de Ernestín pronunció la palabra “edad” con especial énfasis mirando a su hijo.
 -Mañana lidiamos en La Maestranza –dijo Fifí de sopetón, después de estar ambos un ratito callados sin saber qué decirse.
 -¿Sois toreras?
 -¡No, qué va! ¡Ja, ja! -dijo Fifí, pensando que Ernestín había tenido una ocurrencia realmente graciosa- Somos ganaderas.
 -Ya decía yo… –respondió el galán, aliviado al ver que la joven no se había dado cuenta de la estupidez que acababa de preguntar, pero es que era incapaz de concentrarse en otra cosa que no fuera estrenar cuanto antes esos flamantes palos.
 -En realidad el primer ganadero fue mi bisabuelo, don Adefesio Miraflores, marqués del Cotolengo, que fundó la ganadería con reses de Atanasio Fernández. A su muerte la heredó mi abuelo, también otro Adefesio, Miraflores igualmente. Ellos les dieron a los toros su especial personalidad, forjando un nuevo encaste. Luego mi abuelo la legó a mi madre, Adefesia Miraflores, aunque todos la llaman Fifí, y a mí me dicen Fifita para no confundirnos, porque Adefesiíta es un poco difícil de pronunciar. Por tanto, los adefesios proceden de aquellos atanasios, pero con su propio carácter.
 -Ahora lo comprendo todo… –musitó Ernestín, aunque en realidad sólo entendía lo del nombre, Adefesia, muy oportuno, porque el apellido Miraflores no le parecía tan apropiado para esa forma de mirar tan particular y zigzagueante.
 -Podrías acompañarme mañana a la plaza; tengo dos barreras especiales de sombra… -Fifita sabía que podría disponer libremente de la de su madre, que aceptaría gustosa cualquier cosa por alentar ese incipiente idilio.
 Ernestín no entendía ni un pimiento de toros y apenas había ido a dos o tres corridas en su vida. Así que no sabía qué contestar. Por un lado, no le apetecía que lo vieran en público en compañía de una dama tan fea, pero, por otro, no le desagradaba la idea de codearse con los maestrantes, algunos de los cuales le lanzaban miraditas socarronas cada vez que doblaba un palo en el club. Finalmente se decidió a aceptar. Tampoco arriesgaba mucho; sólo su reputación, que no era muy elevada fuera del círculo de sus amigotes.
 Al llegar a la plaza esa tarde ya se veía como un ganadero importante y, tan ufano, se sentía el centro de todas las miradas. Entonces se dio cuenta de que la causa de la expectación que despertaba a su paso era que Fifita se había cogido de su brazo. Sobresaltado, estuvo a punto de sacudírsela inmediatamente como si fuese una mosca pegajosa en tarde de bochorno, pero no le dio tiempo porque Fifita se despegó ella solita para dar un fuerte abrazo a un tipo alto y bien parecido, sonriente y elegantemente vestido, que había venido directamente hacia ellos guiñándoles un ojo.
 -¡Hola, Pocholito! ¡Qué alegría me da verte! -le dijo Fifita- Estaba segura de que hoy no faltarías.
-¡Hola, prima Fifita! –respondió el susodicho- ¿Cómo iba a faltar esta tarde si se lidia en La Maestranza una corrida de mi tía y de mi prima?
 -Mira, querido primo, te presento a mi… acompañante, Ernesto Porrines, hijo de la marquesa del Montepío.
 -Hola, encantado de saludarte -dijo estrechándole la mano-. Ya te he visto jugando al golf en el Club Pineda, “Carnicerito”…
 Ernestín no supo si interpretar esas palabras como un saludo amistoso o si encerraban una carga oculta de ironía, ya que desconocía lo de su apodo pues nadie se lo había dicho jamás a la cara.
 -Por cierto, prima, el domingo celebraremos en mi finca un acoso y derribo. Espero que vengáis… los dos –añadió guiñándole un ojo a Ernestín, que dio así por sentado que los problemas oculares de los Miraflores eran algo genético y familiar.
 La corrida salió muy mala. Los toros, los famosos “adefesios”, feos como ellos solos, eran los más temidos de toda la cabaña brava y tenían enorme peligro desde los pitones hasta el rabo. Una tarde más se cumplió la tradición y ningún torero consiguió cortarles una oreja, algo que venía repitiéndose invariablemente desde hacía más de cincuenta años. Antes al contrario, dos de los diestros estuvieron a punto de perder las suyas por los mordiscos de los toros, mientras que el tercero acabó en la enfermería con un certero puntazo en el escroto y allí se encontró con dos picadores contusionados tras sendos batacazos, quedando uno de los caballos pataleando panza arriba dentro del callejón. Al entrar el último matador en brazos de los banderilleros, se oyó al cirujano jefe proclamar dirigiéndose al resto del equipo médico:
-¿Lo veis? Y con éste ya van cinco heridos. Ya os dije que con los adefesios siempre hay quórum. ¡He ganado la porra!
 Por no oír a su madre, aquel domingo Ernestín acudió a “La Altozana”, la bonita finca de Pocholo Miraflores, en compañía de Fifita, a la que las malas y bífidas lenguas señalaban como su novia, lo que ya empezaba a ser la comidilla de toda Sevilla. Por decisión de la chica, que no era nada tonta, habían llevado sus propios caballos. Sabedora de las pocas dotes ecuestres de su pareja y desconfiando acertadamente de su primo, Fifita había escogido para él una jaca tranquila, dócil y pastueña: “La Sepulvedana”, llamada así porque, como los célebres autobuses, iba haciendo paradas a cada poco para triscar hierba con mucha pachorra.
 -Mira, Ernestín -se jactaba Pocholo en el porche del cortijo con un whisky en una mano y señalando hacia el horizonte con la otra-, aunque saliera con mi caballo al amanecer, a la puesta del sol aún no habría llegado al límite de mi finca. ¿Qué te parece?
 -Que quizás deberías cambiar tu caballo por otro un poquito más rápido…
 -¿Qué insinúas? ¿Qué mi caballo no es bueno? -Pocholito, como un niñato malcriado, no admitía que nadie le llevase la contraria- ¡Pues ahora verás en el acoso y derribo! ¡Vamos a ir tú y yo en collera! ¡Te vas a enterar!
 Cuando soltaron la becerra, ambos salieron al galope en su persecución. Ernestín bastante tenía con intentar no caerse de la silla como para preocuparse de sujetar bien aquel palo, mucho más largo que los palos de golf, los únicos palos que le eran familiares. Así que nada tuvo de extrañar que, por su torpeza con la garrocha, el caballo de Pocholo se enredara con ella a galope tendido y diese varias vueltas de campana con jinete incluido. La vaquilla, sorprendida, se detuvo unos segundos para disfrutar del desastre y después dio media vuelta para alejarse feliz y retozona poniendo pies en polvorosa.
 La costalada fue de aúpa y se armó un lío tremendo. Afortunadamente Ernestín se salvó de ser linchado allí mismo gracias a la providencial intervención de Fifita, que le dio así una prueba inequívoca de su amor…
 -La culpa ha sido mía –intervino Fifita al quite-. Él no quería participar porque se lastimó ayer el codo en el golf intentando un “approach” y hoy no podía sujetar la garrocha con tanto dolor, pero yo le insistí caprichosamente. ¡Pobrecito! Como me quiere tanto, no supo decirme que no…
 Al oír esas últimas palabras hubo un murmullo general, mezcla alícuota de compasión y admiración por aquel torpe caballero capaz de enamorarse de Fifita. Muchos dudaron si es que el amor realmente es ciego… o es bizco sólamente. El caso es que Ernestín no tuvo valor para rechistar y, a partir de ese momento, el noviazgo ya fue asumido por todos como algo oficial e irremediable. ¡Y cómo iban a linchar al único novio que había conseguido la pobre Fifita en toda su vida!
 Como en “La Altozana” no había enfermería, trataron al caballista herido en la bodeguita del cortijo con el protocolo habitual de whisky y gin-tónic para todos. La eficiente empresa de catering contratada al efecto comenzó a despachar alcohol a diestro y siniestro a la misma velocidad con que se esparcen al aire las semillas en la resiembra de un campo de golf. Al final de la tarde Ernestín ya había perdido la cuenta de las copas que llevaba encima. Cuando ni siquiera sabía si eran pares o impares las que caben en una docena, Fifita tuvo que tumbarle semiinconsciente en uno de los dormitorios. Nadie sabe lo que allí pasó -nadie, salvo Fifita, claro-, pero el caso es que aquélla fue la única vez en su vida que Ernestín hizo hoyo en uno. Y sin doblar el palo.
Al cabo de mes y medio, Fifita le dio la grata noticia:
-Cariño, estoy embarazada.
-¿Quién ha sido el valiente? –preguntó Ernestin incrédulo.
-Pues tú, campeón. ¿Quién había de ser si no? ¿Lagartijo? –respondió Fifita ilusionada- Tenemos que preparar la boda antes de que se me note la barriga.
 Entonces Ernestín tuvo claro que aquel día en “La Altozana”, más que las vaquillas, el verdadero acosado y derribado había sido él. Por la noche soñó que una becerra bizca le perseguía para sodomizarle con una garrocha. Se despertó sobresaltado y sudoroso comprendiendo que había sido una pesadilla, pero tardó mucho en recuperar el aliento y ya no pudo volverse a dormir.
 La boda se ofició en la capilla del cortijo de los Miraflores. Cuando se dieron el “sí, quiero”, el sacerdote anunció:
 -La novia ya puede levantarse el velo, aunque no es necesario que se lo retire si no quiere… Quiero decir… –carraspeó- que le favorece mucho llevarlo puesto…
 Después del banquete, que se celebró por todo lo alto, hubo un tentadero para los invitados. A pesar de llevar varias copas encima, Ernestín no se atrevía a tomar la muleta ante aquellas ariscas vaquillas adefesias, por lo que el primo Pocholo, que también iba bien puesto, se ofreció a coger el carretón para que el novio pudiese lucirse sin peligro ante los asistentes. Al menos ésa fue la propuesta inicial porque, al primer natural, el primo Pocholo le devolvió la jugarreta de la garrocha y, con el consabido guiño ocular, le dio un puntazo en la nalga con el armatoste. Aunque la sangre no llegó al río, el alcohol bien pudiera haberlo hecho, pues, como auténticos caballeros, resolvieron el asunto como tenían por costumbre en esos casos.
 Meses después nació una niña. Cuando la matrona salió del paritorio con ella en brazos para mostrársela a su padre, éste la tomó tembloroso en sus manos.
-¿A quién se parece? -preguntó Ernestín muy nervioso.
-Aún es pronto para saberlo. Si acaba de nacer…
-¡Es guapa! ¡Es muuuy guapa! –terció Pocholo.
-¿Pues acaso no había de serlo? –contestó la matrona.
-¿Pero cómo tiene los ojos? -preguntaba ansioso su padre.
-Pues no lo sé. Hasta que no los abra no podremos verlos -replicó la matrona.
 Tras unos eternos momentos de incertidumbre, la niña abrió sus ojos redonditos y sus mofletes sonrosados se contrajeron para obsequiar a todos los presentes con una amplia sonrisa.
 -¡No es bizca! ¡No es bizcaaaa…! -gritaba Ernestín, abrazándose con Pocholo como un poseso y dando saltos de júbilo- ¡Y encima es guapísima…!
 El padre casi se desmaya por la emoción. La veterana matrona, que no había presenciado nada igual en su vida, pensó que se había vuelto loco y, al ver su mal color, pidió ayuda para llevarle a la sala de urgencias.
 -¡No, no…! ¡Mejor a la cafetería…! ¡Que me lleven a la cafetería…!
 Sabedor por la experiencia de que ése era un tratamiento infalible, el primo Pocholo se hizo con el mando y lideró la jubilosa comitiva hasta la cafetería del hospital. Allí estuvieron, entre vítores, agotando las reservas de whisky, ron y ginebra, hasta que Fifita salió de reanimación y la llevaron de regreso a su habitación. Entonces recibió los besos de toda la familia. Rodeada por todos, surgió el difícil debate que durante los nueve meses previos nadie se había atrevido a afrontar: el nombre.
 -Que digo yo que a la niña habrá que llamarla de alguna manera, ¿no? Podría ser Ernestina, en honor de su padre y su abuelo… –propuso doña Delita.
 -No, mujer. Está claro que tendrá que llamarse Adefesia, como su madre, su abuela, su bisabuelo y su tatarabuelo –corrigió doña Fifí.
 Se hizo un tenso silencio mientras ambas marquesas se sostenían la mirada como dos toros a punto de embestirse. Aquella amistad cimentada durante tantos años parecía tambalearse.
 -No discutáis –zanjó Fifita-. Ya está decidido: como el golf nos unió a ambos, se llamará Severiana, en recuerdo de Severiano Ballesteros.
 -¿Severianita…? ¡Magnífica idea! Pues en casa le podríamos decir “Pocholita”… -sugirió el primo guiñando el ojo habitual con el aplauso general de todos los presentes.
 Cuando le dieron el alta en la maternidad, la familia se trasladó al cortijo para que Fifita pudiera reponerse. Allí fueron recibidos por el mayoral, los vaqueros y el resto de personal con el repicar de las campanas de la misma capilla donde meses antes se había celebrado la boda. La joven madre estaba radiante de felicidad y la alegría inundó toda la finca rebosante de primavera.
 Entonces se les unió el voltear de los cencerros de la piara de bueyes al completo y en los cerrados de los cuatreños, esos toros legendarios a los que nadie era capaz de cortar una oreja, los temibles “adefesios” comenzaron a mugir a coro para dar la bienvenida a su nueva ganadera: Severianita Porrines Fitz-James y Suances-Miraflores, Pocholita para los íntimos.
 Quién se lo hubiera dicho a Ernestín: ¡La niña más bonita del mundo! ¡La niña de sus ojos!


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