lunes, 12 de febrero de 2018

RELATO: "DULCES VACACIONES"

"DULCES VACACIONES" 


Aunque es de día, las grises nubes se adueñan paulatinamente del claro cielo. Las cubren de una marcada oscuridad. El miedo invade mi cuerpo, camino preocupado de un lugar a otro dentro de la casa. Parece de noche.

Mi mente nunca estuvo preparada para tan escalofriante experiencia. Vivo en un lugar donde las lluvias son raras; más que lluvias, son lloviznas tan finas que los pulmones las beben sin cesar.

Recuerdo, hace años, una película que vi a escondidas de mis padres. Era una pobre mujer que corría en medio de una tempestad, escapando de hombres que la querían castigar. Sus palabras eran de horror, llamaba a un tal Belcebú. La lluvia bañaba su demacrado rostro. No llegue a ver el final de la película, porque sentí que se aproximaban mis padres a la sala y haciéndome el dormido les pude engañar.

Mi temor se convirtió en pánico cuando comenzó una gran tempestad. El agua caía a borbotones y la casa se cubría de riachuelos que brotaban por cualquier rincón. Tenía pavor de verdad. Corrí a esconderme en una esquina de mi habitación y luego llame para que me defendiera ese tal Belcebú imaginándome el final de la película que no acabé de ver. Era lo único que se me ocurría en ese instante.

Han pasado tantos años y he vuelto a la casa de mis padres hecho un hombre, con hijos y esposa. Rememoro aquel momento y pienso en la inocencia de los niños; tal vez puedan cometer errores. Sé que a los oídos ajenos sería un gran pecador, cuando llamaba insistentemente al tal Belcebú. Seguro que no tendría perdón de Dios para la gente que me hubiese escuchado.

En mi vida fui descubriendo nuevas experiencias que fueron marcando mi mente y alma. Creo que si hubiese visto la película completa me hubiera dado cuenta que la pobre mujer no era una simple persona; sino, más bien, una atormentada bruja que iba a pagar por sus males, por los pecados que cometió.

Aunque no soy un creyente acérrimo, los años me han demostrado que si Dios dice que para llegar al cielo hay que tener el corazón de un niño. Pues, tiene toda la razón…


JOSÉ VÁSQUEZ.


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