Vargas Llosa y sus siete maestros
En marzo se publica La llamada de la tribu, obra del nobel peruano en el que explica su viaje del marxismo al liberalismo de la mano de personalidades de la literatura universal. Aquí una de El País.
A lo largo de su vida le dijeron de todo, también cuando era un muchacho que quería llegar a París para hacerse escritor. (Foto:El País)
Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) es quizá el escritor más vilipendiado entre los autores vivos de la lengua española. Por haber hecho un viaje del marxismo al liberalismo que detalla en su nuevo ensayo, La llamada de la tribu (Alfaguara), cuya publicación está prevista para el 1 de marzo.
A lo largo de su vida le dijeron de todo, también cuando era un muchacho que quería llegar a París para hacerse escritor. Y cuando ya era algo más popular le insultaron también, porque ya no era el “sartrecillo valiente” (como lo llamaron sus coetáneos, por la pasión que mostraba por Jean Paul Sartre), sino un agente anticubano.
En esas épocas más juveniles se tomaba muy en serio los insultos y las burlas. Un día de 1990, tras ser derrotado por Fujimori en su intento de ser presidente (liberal) de Perú, le contó a un periodista del Paris Review algo que le había sucedido con Pablo Neruda cuando celebraban en Londres el cumpleaños del gigante chileno.
Estaban en la cubierta de un barco, y Vargas Llosa había tenido un disgusto: “un artículo me había alterado e irritado porque en él se me insultaba y se decían mentiras sobre mí”. Neruda le profetizó: “Te estás volviendo famoso. Quiero que sepas lo que te espera: cuanto más famoso seas, tanto más te atacarán. Por cada elogio, recibirás dos o tres insultos. Yo tengo un cajón lleno de todos los insultos, villanías y maldades que un hombre es capaz de soportar. No me ahorraron ninguno: ladrón, pervertido, traidor, delincuente, cornudo... ¡Todo! Si te haces famoso, tienes que pasar por eso”.
Han pasado décadas. Vargas Llosa pasó del comunismo y del marxismo al liberalismo, y al final de ese tránsito, desde mediados de los años 70 del siglo pasado, cuando en Cuba se produjo el caso Padilla y el escritor peruano rompió con la revolución, abandonó las posiciones tradicionales en la izquierda y se hizo más de Albert Camus que de Sartre, se cumplió la profecía de Pablo Neruda. No lo llamaron pervertido. Lo llamaron liberal.
La llamada de la tribu es una respuesta al epíteto y, sobre todo, es una especie de cena con siete de los maestros que lo convirtieron a la fe liberal de la que ahora se siente tan orgulloso como de haber abrazado la fe en Faulkner, Borges o Flaubert. Vargas Llosa explica como un recién salido de unas jornadas intensivas con tales maestros liberales (su tribu) qué hicieron por la salvación de su alma Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich August von Hayek, sir Karl Popper, Raymond Aron, sir Isaiah Berlin y Jean François Revel.
De esos liberales que se sientan a su mesa, tres son a los que debe más, “políticamente hablando”: Popper, Berlin y Hayek. Con todos establece en el libro una esgrima afectiva. A Smith, padre de la economía moderna, lo sitúa en la campiña escocesa, hablando solo; a Ortega no le ahorra ningún rasgo de su carácter, a Hayek lo encuentra cuando ya Vargas transita el aledaño liberal, pero el maestro lo sorprende hablándole, en coña, de Bakunin...
“No lo parece”, dice al principio del volumen, “pero es un libro autobiográfico”. Porque no está escrito en virtud de las ideas o las teorías de sus siete comensales, sino que los entraña y los sitúa como parte ahora imprescindible de su propia vida personal y política.
Como si hablara de amigos con los que en el pasado tuvo reyertas, tampoco les escatima reproches. Por ejemplo, a Hayek, por haber caído en las redes de la propaganda pinochetista, o a otros liberales por haber dejado que la palabra liberalismo se quedara en manos de lo estrictamente economicista. Por citar al más cercano, de Ortega y Gasset revela grandezas y dudas, pero a los españoles les recuerda que si hubiera sido inglés o francés o alemán hoy aquí se le tenderían alfombras al paso de su memoria y de sus enseñanzas
Sacar pecho
No es, por decirlo así, una cena tranquila con ninguno de ellos. Discute con todos. Ya nadie podrá insultarlo como liberal. Es que es lo que es. Aquí el vilipendiado liberal saca pecho, “¿liberal?, ¿Y qué?” parece decir.
En El pez en el agua (1993), sobre su fallida experiencia política para optar a la presidencia de Perú, cuenta una anécdota que ocurrió durante la campaña. El Servicio de Inteligencia de Estados Unidos divulgó que su candidatura inquietaba al país. Parecía mentira, pero el embajador estadounidense le dijo que esa información en efecto salía de la CIA. “Le comenté”, dice Vargas en El pez..., “que lo bueno de esto era que los comunistas ya no podrían acusarme de ser un agente de la celebérrima organización”.
Ahora los que lo insultan por liberal tienen 311 páginas de explicación del propio Vargas sobre las razones que lo llevaron al liberalismo. Este fin de semana, el Nobel se lo explica a Maite Rico en una entrevista que se publica el próximo domingo en El País Semanal.
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