Arturo Pérez-Reverte gana el Premio de la Crítica por ‘Línea de fuego’, su retrato de la guerra en la trinchera
Ramón Andrés es distinguido en la categoría de poesía por ‘Los árboles que nos quedan’
El Premio de la Crítica, promovido por la Asociación Española de Críticos Literarios, ha distinguido este año al académico y escritor Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 69 años) por Línea de fuego (Alfaguara), su novela sobre la trágica batalla del Ebro. El galardón también tiene una categoría lírica, que ha ganado Ramón Andrés (Pamplona, 66 años) por su poemario Los árboles que nos quedan (Hiperión). También han sido galardonados Albert Pijuan (Tsunami) y Josep María Escrivá (Sempre és tard) en la categoría de lengua catalana; Inma López Silva (O libro da filla) y Ana Romaní (A desvértebra) en gallego, y Pello Lizarralde (Argiantza) y Jon Gerediaga (Natura Berriak) en euskera.
Pérez-Reverte se ha mostrado feliz a su manera con el reconocimiento. “Cuando llevas tantos años, un premio, cualquier premio, no tiene demasiada importancia”, ha dicho a este diario, con su tono de corsario carrasposo, curtido y escéptico, y leal. “Pero soy consciente de que amigos míos llevaban años luchando para que me lo dieran. Mi agradecimiento a ellos, y lo acepto en su nombre”.
De la novela galardonada, “muy coral”, señala: “Mi intención era que, al llevar 20 páginas, al lector le diera igual en qué bando combatieran los personajes. No es una novela de guerra, sino de seres humanos”. Ha recalcado que es asimismo una novela “de frente de batalla” y que de esas sobre nuestra Guerra Civil hay pocas. “Hay muchas de retaguardia, pero no de primera línea de fuego, y las que hay están escritas solamente desde un bando o el otro”.
El escritor se ha manifestado contento porque el libro “ha sido muy valorado por los lectores y por la crítica en general, excepto algún caso muy puntual”. Sobre el hecho de que se ofrezca un retrato muy equilibrado de los combatientes, con valientes, cobardes, gente decente y miserables en ambos bandos, ha señalado que “en las trincheras todos son iguales”. Ha puntualizado: “Por razones familiares sé que lo de buenos y malos en el campo de batalla es muy relativo. Por supuesto, todos sabemos que el de la República era el lado correcto y el de los franquistas el incorrecto”.
“Cuando llevas tantos años, un premio, cualquier premio, no tiene demasiada importancia”
Eso mismo ha destacado el presidente del jurado, Fernando Valls, al explicar a este diario las razones por las que Línea de fuego ha resultado ganadora en esta edición: “Dentro de todo lo que se ha escrito sobre la Guerra Civil española, destaca por la pluralidad de voces que aporta. Muestra el horror de la batalla desde el aspecto humano, con personajes que a veces están en un bando u otro por azar, todo muy bien contado. No es que sea equidistante, pues la narración parte de la legalidad de la República, pero los franquistas tampoco aparecen como monstruos. En definitiva, es compleja, plural y múltiple”.
Cualquier lector de Línea de fuego —y en realidad cualquier fan desde El húsar— sabe que Pérez-Reverte lleva como nadie al corazón de la batalla; de hecho, lees la historia agachando la cabeza ante los obuses y los disparos de fusilería y ametralladora como si estuvieras en el fregado. “He tratado de contar la guerra en la trinchera, he visto muchas guerras, la única forma de contar la batalla desde dentro es haberla vivido”, ha dicho el autor.
Aunque las unidades y los personajes protagonistas son inventados, el realismo es sobrecogedor. Pérez-Reverte utiliza con extrema pertinencia y conocimiento de causa el lenguaje militar y describe con exactitud tácticas, uniformes y armamento. Escogió la batalla del Ebro, ha explicado, “porque es la más dura de nuestra guerra, con 20.000 bajas, chavales de 16 años y abuelos llamados a filas; es la batalla más sangrienta y la más estúpida. A la semana ya se sabía quién iba a ganarla. Fue un choque de carneros, de tozudez. Ambos bandos echaron carne, carne y más carne al asador. Fue una carnicería inútil”.
Al preguntarle por su personaje favorito del intenso y amplio reparto, ha dicho que le tiene cariño a muchos, pero de manera especial al moro Selimán: “Me robó el corazón”. Del protagonismo de las mujeres en Línea de fuego ―la unidad de transmisiones de la corajuda joven Patricia Monzón Pato―, ha señalado que quiso homenajearlas pese a que su presencia es ficticia. “Las he visto combatir como guerrilleras en muchos sitios, en Nicaragua, en Salvador, en los Balcanes. La mujer siempre paga un precio más alto en la guerra. En nuestra Guerra Civil fue la gran perdedora, en tres años se quedó sin todo lo que había ganado durante la República. Es normal que las mías luchen tan esforzadamente: saben que de perder van a volver al siglo XIX. Las mujeres perdieron dos veces la guerra, la primera en el frente de batalla, la segunda en casa. Son las grandes víctimas”.
De Línea de fuego se prepara una serie televisiva de ocho episodios que realizará la productora Boomerang TV. Pérez-Reverte no va a intervenir: “Se han hecho muchas películas de mis novelas y sé que tienes que permanecer lo más saludablemente lejos que puedas; el autor molesta”. La próxima novela del autor se publicará en octubre y la guerra, otra guerra, jugará también un importante papel en ella. Ha asegurado que a sus lectores les va a chiflar (él lo ha expresado con más contundencia, como suele).
RAMÓN ANDRÉS: “ESCRIBÍ ESOS VERSOS DESDE LA FELICIDAD Y LA CURACIÓN”
MIGUEL EZQUIAGA
Ramón Andrés lleva un trienio viviendo en un pueblo del valle del Baztán (Navarra) y justo allí recibió la noticia de que había sido galardonado con el Premio de la Crítica en la categoría de poesía por Los árboles que nos quedan: “Me ha sorprendido gratamente, no lo contemplaba como una posibilidad”.
Además de sus poemarios, el autor ha publicado numerosos ensayos de referencia, entre ellos uno sobre el compositor Johann Sebastian Bach, un diccionario de instrumentos musicales o una historia del suicidio en Occidente. En verano lanzó Filosofía y consuelo de la música (Acantilado), un tratado de 1.164 páginas sobre la historia del “pensar transformado en música”, como lo describió su autor en una entrevista con este diario, de los presocráticos a la Ilustración.
Andrés concibió Los árboles que nos quedan después de publicar esa rotunda obra de consulta: “Necesitaba realizar un ejercicio mental de descanso. Compré una silla plegable y la planté bajo un roble. Allí, de mayo a diciembre del año pasado, escribí esos versos, desde la felicidad y la curación. Estos me restañaron, estaba agotado”.
Su principal defensor en el jurado ha sido el crítico Ángel Luis Prieto, que define Los árboles que nos quedan como un libro breve, sucinto, pero que contiene el alma del autor. “Un extraordinario acercamiento al mundo de la naturaleza, con un lenguaje depurado, sentido y desnudo”, comenta Prieto. “Curiosamente, a Ramón Andrés no se le considera poeta de entrada, pues ha publicado muchas más obras de otros géneros, pero lo cierto es que todas están atravesadas por un espíritu poético. Tanto da que escriba sobre música, sobre la historia del suicidio o un compendio de aforismos, todo está impregnado de poesía”, añade.
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