El onubense Pablo Gutiérrez gana el XXIX Premio Edebé de Literatura Infantil y Juvenil
Su novela «El síndrome de Bergerac» habla de la capacidad de las palabras para crear realidades
Con «El síndrome de Bergerac», Pablo Gutiérrez, seleccionado en 2002 como uno de los mejores narradores jóvenes en español por la revista «Granta» y después de una exitosa carrera en ficción adulto, hace su debut en la literatura juvenil. Una novela que habla de la capacidad de las palabras para crear realidades y del teatro (más allá de lo literario) como aglutinador de los talentos que atesoramos pero que no siempre nos reconocemos. Y en especial el talento de los jóvenes, siempre presentes en sus novelas, de su fuerza arrolladora y de su capacidad de compromiso y creatividad. Un homenaje a la magia del teatro y a una nariz célebre y desproporcionada que aúna optimismo y éxito.
Según comenta Gutiérrez, «hay una porción de esta novela que tiene una parte real. Soy profesor de instituto de bachillerato en Sanlúcar de Barrameda. A un grupo de estudiantes se le ocurrió, hace un año y medio, la brillante idea de montar el "Cyrano de Bergerac" en el salón de actos. El talento está muy bien, pero no sirve de nada si se guarda». «La historia parte de esa porción de realidad que me llenó de ilusión para hacer una novela de este tipo y hacer un puente entre otro tipo de libros que escribo más para adultos y este. He descubierto que escribir una novela juvenil requiere el mismo trasnoche y el mismo esfuerzo que otro tipo de novelas. Estoy deseando que la lean los adolescentes y que no sean muy despiadados. He pretendido hacer una comedia ágil y divertida, a la vez que intrigante. Es una puesta en escena en forma de libro de la necesidad de reivindicar el teatro, de ensayar todas las tardes a pesar de los tiempos tan complicados que estamos viviendo».
«Cyrano es un personaje que va de valiente pero que a la vez esconde un corazón roto. Este personaje encajaba perfectamente para mostrar ese miedo que tienen los adolescentes a la hora de cómo los ven los demás. Es un personaje que me servía para mostrar la psicología adolescente. La aventura que cuenta la novela es la de saltar al escenario y atreverse a actuar delante de sus compañeros». Asimismo, dice que «el teatro debería ser una herramienta para hacer más vivos los libros y sacarlos fuera. Federico García Lorca destacaba el valor del teatro para usarlo como una tribuna libre. Él mismo fue experimentando con el teatro porque sabía de su potencial».
También Gutiérrez está de actualidad porque la editorial La Navaja Suiza ha reeditado recientemente su primera novela, «Nada es crucial».
La escritora Care Santos, que ha sido miembro del jurado, señaló que «estoy segura de que esta novela va a apasionar a la lectores, porque es un homenaje a la literatura y almundo de la palabra». «Es una novela que abre un camino y que cuenta cómo un grupo de jóvenes entusiastas montan en su instituto una obra de teatro. Además de eso, Pablo Gutiérrez cuenta la aventura de la vida en una novela que tiene unos diálogos maravillosos y unos personajes muy bien definidos».
Por su parte, «El club de las cuatro emes» es una historia divertida, ágil y llena de sorpresas mezclada con un tema muy poco habitual en la literatura infantil como las adicciones al juego. Juan Ramón Santos sí juega pero con las palabras y con sus entrañables personajes para ofrecernos una novela detectivesca, llena de suspense e intriga, en que nada ni nadie es lo que parece, y con una visión realista que huye de un final feliz.
Denuncia de la ludopatía
«El proyecto comenzó siendo una novela para mi hija, que sucediese en un espacio cercano. Así fueron naciendo los personajes: Manuel, Matilde, dos María... Había también una antagonista, Madán Golosin, una mujer a la que no le gustan los niños y cuyo marido está afectado por la ludopotaía». «La novela habla de un asunto feo como es el mundo del juego, pero me interesaba que los chavales supieran sobre el tema de las apuestas onlines, los videojuegos, etc», dice Juan Ramón Santos.
Este autor dice que «no me interesaba hacer una moralina con este libro». «He vivido de niño en una calle donde había drogas y prostitución. Quería que los chicos descubrieran que cuando una persona tiene un carácter difícil es porque pueden tener una historia detrás, y en este caso era la ludopatía, por eso me interesaba contar cuando las personas caen en ese problema».
Las dos obras ganadoras, que saldrán publicadas para el próximo mes de marzo, tienen en común su pretensión de romper con ciertos perjuicios: el de no poder hablar de ciertos temas, como la ludopatía, con los niños, y el de que los adolescentes son unos vagos y desmotivados.
A la XXIX edición del Premio Edebé de Literatura Infantil y Juvenil se han presentado 316 manuscritos originales procedentes de todos los rincones de España y de muchos otros países del mundo, en especial de Hispanoamérica. De esos, 200 se a la modalidad infantil y 116 a la modalidad juvenil; 278 estaban escritas en castellano, 26 en catalán, 7 en gallego y 5 en euskera.
A diferencia de las últimas ediciones, este año el premio ha recaído en dos autores que se asoman a la literatura infantil y juvenil por primera vez. La participación en el certamen es anónima.
Entre los ganadores de este prestigioso premio destaca el por entonces desconocido Carlos Ruiz Zafón, que con tan solo 28 años se llevó este prestigioso galardón con su novela «El príncipe de la niebla». También destacan tres obras que lograron el Premio Edebé y que después obtuvieron el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, ratificándolas como novelas excepcionales en su género. Se trata de «La isla de Bowen», de César Mallorquí; «Palabras envenenadas», de Maite Carranza y «El efecto Frankentein», de Elia Barceló.
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