José Miguel García Conde: Premio de Poesía «Nicolás del Hierro» 2020
Si bien es cierto que desde siglos pasados los escritores han mostrado un gran interés en vincular ciencia y poesía, en realidad, es un hecho poco común y, por esta misma razón, continúa a existir un marcado escepticismo en la vinculación de estos dos conceptos.
El año pasado tuve el placer de leer el poemario Matemática impura de José Miguel García: obra que despertó mi interés, al punto de elegirla para desarrollar mi TFM de maestría en literatura con la Universidad de Barcelona; el cual buscaba, precisamente, mostrar, a través del análisis literario, las aplicaciones de las matemáticas en el lenguaje poético. Los poemas de García, lejos de ser un artificio, constituyen una manera de ver el mundo en relación a los postulados de las ciencias puras.
Recuerdo que en nuestras conversaciones García me contó de su nuevo libro, el cual se encontraba preparando. Sus palabras fueron: “este próximo libro no es tan matemático, pero tiene un título que está relacionado con la ciencia”. El título que, desde entonces, ya había decidido era El principio del caos, obra con la cual ha merecido el XXII Premio de Poesía “Nicolás del Hierro” 2020, y ha sido publicada por la reconocida editorial Valparaíso en España.
Los poemas que a continuación se presentan hacen parte de la última obra en mención, y evidencian la angustia del hombre moderno frente a la falta de certezas. Preocupación que atañe, también, a la ciencia. García escribe su propio “Credo”, pero este credo no se trata de un credo religioso; su poema habla de todo lo contrario: incertidumbre. Precisamente, porque el hombre se siente solo, abandonado en el cosmos, y busca las respuestas en medio del caos. Así, su voz poética pone en duda, incluso, la existencia de lo divino: “no he visto ángel ni cielo que bendiga mis pasos”. Y lo reitera en su poema “Misa”, donde se halla, como tal vez muchos, acudiendo a un ritual en el que ya no sabemos qué cosa es cierto y qué cosa estamos repitiendo como los loros.
Algunos de sus poemas hablan de amor, otros de la muerte, la soledad, el paso del tiempo, y la escritura en sí misma; pero, en todos ellos, existe una inquietud común: García no deja de interrogarse por el futuro y, a la vez, se lamenta de su inexistencia. A veces se detiene a observar un perro, un transeúnte, las tumbas en un cementerio, o las calles vacías; y desde aquellas imágenes desarrolla su propia reflexión. Todo en estos versos del autor está asociado a la teoría del caos determinístico, a la teoría de la relatividad y al Principio de indeterminación enunciado por Heisenberg. Y sin embargo, García recurre a un lenguaje sencillo, cotidiano; sin usar términos abstractos el poeta habla de los cambios que alteran el curso de la vida, y de los cuales, nosotros –pequeñas partículas en dependencia–, no tenemos control. Intentamos, en vano, dejar huella en un universo que se expande fuera de los límites de nuestra propia mente.
Marisol Bohórquez Godoy
CREDO
No creo en los segundos que preceden al sueño,
no busqué sangre muerta en los cuentos de Poe,
no he visto ángel ni cielo que bendiga mis pasos,
no cambié de sonrisa cuando el mundo se hundía,
no he traído lecciones ni pedido consejos,
no quiero que te acerques, aunque la tarde ronque,
aunque todo se vuelva camino intransitable,
y la vida sea un suelo que despiece mis pasos.
Bastante tengo ya con escribir poemas.
INSTRUCCIONES
Mirar para otro lado,
aunque sea un lado erróneo,
aunque no exista lado
a quien echar la culpa.
Colocar la cabeza
de un modo horizontal,
casi oblicuo,
como esa línea
que cruza la constante,
en una habitual circunferencia.
Escribir en braille y dibujar
en alguna pared las instrucciones,
para no acabar rodando por el suelo.
Imitar a los perros
cuando buscan comida,
a los viejos cuando hablan de amor,
a los grillos cuando ocultan su nombre.
Saber que en esta vida
tan solo es necesario
un poco más de tiempo.
AUTOPSIA
Observarme por dentro,
las venas, arterias, capilares,
la firmeza del hígado,
la debilidad del estómago,
el parpadeo del corazón.
Averiguar por qué avanzan
las células cancerígenas
en medio del pulmón,
por qué se agarran
cada vez con más fuerza.
Hay cosas que tienen su lugar,
pero que a nadie le importan.
MISA
Hay días que voy a misa esperando respuestas.
Le confieso a un extraño que la luz es noviembre,
que la tierra es espuma y que ya nadie ríe.
Repito sus sermones mientras pienso en Venecia,
en el agua aterida a mis pies de cemento,
mientras roncan las piedras y la tarde agoniza.
Él nos habla de amor más allá de la muerte
y yo pienso en la muerte más allá del amor.
CEMENTERIOS
A veces voy a los cementerios.
Me siento frente a las tumbas
de gentes con los rostros amarillos.
Les llevo flores, limpio
el mármol que recubre sus figuras.
Hay días que les hablo de ti,
que les cuento algún que otro secreto.
Es mejor que vaya haciendo amigos,
por si acaso.
HIJOS
Que tenga hijos, me dicen,
que no pierda el tiempo
escribiendo poemas,
que apenas si se entienden,
que eso no es parir.
Me dicen que piense
en el futuro.
Como si, realmente,
existiera un futuro.
BODEGÓN
Una luz en medio del paisaje,
avenidas vacías
habitadas de pardos basureros.
Los semáforos guiñan
y nadie les responde.
Asusta esta ciudad,
donde ya no resbala la ceniza
ni los borrachos huelen a vinagre.
PERROS
Bajo un portal en mitad de la lluvia agonizante
dos perros buscan un consuelo indeciso.
Miran arriba, aúllan sin descanso,
apenas si mastican algún hueso.
Su mirada patética y ambigua
tan solo es una sombra de su abismo.
A menudo piensan que la vida
cada vez es más perra.
PATERA
Atraviesan cientos de miles
de días y kilómetros.
…………………………………….Avanzan
como si su vida les fuera en ello.
Sin zapatos, algunos sin pies,
trepan cielos de espino
y sueños de cristal.
…………………………………..Ignoran
que la tierra prometida
nunca fue esta.
AMOR
Hablaremos de amor
aunque la tarde asuste,
aunque reviente el aire
y sufran las estatuas en silencio.
Hablaremos de amor
en los portales,
aunque no haya portales
y no existan palabras
que llevarse a la boca,
aunque llore la noche,
aunque los edificios
tan solo sean escombros.
Hablaremos de amor
aunque no exista amor,
y ni tan siquiera
nosotros existamos.
José Miguel García Conde (Córdoba, 1980) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Córdoba. Ejerce como profesor de lengua castellana y literatura en el IES Ulia Fidentia de Montemayor. Ha sido galardonado con numerosos premios, como el Sebastián Cuevas o el Premio Nacional de Poesía Rumayquiya. Ha publicado los libros de poemas Lápiz rojo (Bubok, 2012), Matemática impura (Itimad, 2015) y No perdí esta vez (Tau editores, 2017). Sus poemas han sido incluidos en revistas y antologías como Anónimos 2.2 (Cosmopoética, 2014) y Me gusta la Navidad (Cuadernos del laberinto, 2016). Colabora con diversas revistas culturales (Aldaba, Saigón…) y medios de comunicación.
Web: www.josemiguelgarciaconde.com
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Revista de Literatura y Arte
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